Para aprovechar mejor la tarde, pasamos por el mercadillo de invierno en Hauptplatz (ya hablaré más de eso, que merece una entrada aparte). Llegamos al teatro de la ópera, y entramos al auditorio, que es pequeñito comparado con otros que he visto. Teníamos buenos asientos, gracias a Isaac que se portó muy bien.
Y empieza la ópera: el conde de Almaviva aparece, habla con su sirviente un rato, y de repente se oye el famoso "laaaa la la la..." de Fígaro, que empieza a cantar oculto a la vista. El conde y el sirviente se van corriendo y... se abre de golpe una trampilla en el suelo, y sale de ella Isaac, en camiseta y calzoncillos, cantando con una guitarra en la mano. ¡Genial! A la sorpresa escrita en el guión se une el placer de ver a un amigo metido en el papel del pícaro barbero. Os pongo un vídeo de un famoso cantante de ópera, Tito Gobbi (según Fernando, un entendido, uno de los mejores de la historia), en una grabación antigua de esa pieza.
Rana y yo lo pasamos muy bien, cometimos el pequeño error de no enterarnos por adelantado de la trama, con lo que nos perdimos algunos detalles (la ópera era en italiano, y había un cartel luminoso que daba resúmenes en alemán, buen detalle pero inútil para nosotros). Aun así, una muy buena experiencia. Dentro de poco empiezan a representar La Traviata, otra ópera famosa, y a la que también iremos. Creo que nos vamos a aficionar a la ópera, y mucho.
1 comentario:
La verdad es que el Barbero de sevilla esta muy bien, tiene asi momentos muy graciosos. Cuando le dice Figaro al protagonista que se finja borracho para entrar a la casa y se haga pasar por soldado. Me encanta.
Por cierto, felicidades a la recomendacion de fernando.
Publicar un comentario