Esta es la primera parte de una serie sobre el sistema de publicaciones en matemáticas.
Un matemático trabaja para descubrir algo que nadie más ha descubierto. Todos los días lees, piensas, experimentas, escribes programas, vas a charlas, discutes con otra gente, etc. Se te van ocurriendo cosas que otra gente no ha hecho nunca antes, aunque normalmente son pequeñas. Claro, trabajar día a día tiene un efecto acumulativo, y paso a paso se acaba llegando lejos.
Algunos, sobre todo los principiantes, apuntan muy alto, pensando en hacer cosas muy interesantes, difíciles y que valgan la pena: fama y fortuna. Pero investigar es una lotería, uno tiene que invertir mucho tiempo para convertirse en un experto en un tema, y luego puede uno tardar mucho más en hacer algo espectacular o quizás no llegar nunca.
En cualquier caso, el paradigma del investigador es: la medida de producción científica en matemáticas (en todas las ciencias) son las publicaciones.
¿Y por qué hay que publicar? Bueno, está claro que si uno descubre algo lo que quiere es hacerlo público, por una parte porque así otros pueden usarlo (así avanza la ciencia). Pero hay motivos menos altruistas: así reclamamos públicamente la autoría de lo que hemos hecho. Más aún, la cantidad y calidad de nuestras publicaciones se han convertido en la medida de nuestra valía.
Dónde publicamos
Por supuesto, lo primero es haber hecho algo que valga la pena hacer público. Una vez que hay algo que contar, las dos maneras más habituales de hacerlo son publicación en revistas especializadas y comunicación en conferencias. No son como las revistas de divulgación científica, sino mucho más técnicas: el objetivo es que otros puedan verificar lo que uno asegura haber hecho.
En el primer caso, uno escribe lo que ha hecho y lo manda a una revista de su elección, donde encuentran un par de expertos en temas lo más parecido posible, que lo revisarán con cuidado para ver si el contenido es correcto, y que deciden si es lo suficientemente importante para la revista (cada una tiene sus estándares). Si dan el visto bueno, cosa que suele tardar varios meses, publicarán el artículo en la revista (eso son varios meses más). Esta es la manera estándar de publicar las cosas que vamos haciendo.
Otras veces uno hace algo que no es suficientemente bueno para una revista, así que puede mandarlo a un congreso. Si lo aceptan (un proceso parecido pero de menos nivel), hay que ir a dar una charla al congreso para contar lo que se ha mandado. Los congresos de cierto nivel suelen publicar un libro con los artículos que han aceptado, o bien se ponen de acuerdo con una revista para publicar en un número especial los mejores artículos.
jueves, 4 de septiembre de 2008
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2 comentarios:
Precisamente, lo que me gusta de escribir es que uno, cuando escribe, está leyendo por primera vez un texto que nadie ha leido jamás...Muy interesante esta entrada.
Saludos
Me parece muy importante lo que dices sobre por qué hay que publicar y divulgar lo que se va descubriendo. Especialmente hoy en día, en que hay otros campos del conocimiento donde lo importante ya no es publicar y contrastar los resultados por el bien común, por el avance de la ciencia, sino patentar y mantener el más absoluto secreto.
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